Biblioteca Popular José A. Guisasola


Cuento» Nuestro Canuto


En el pueblo todos tenemos un perro.

Apareció en la plaza, me acuerdo, una mañana de festejos, cuando el intendente estaba inaugurando un cantero. Justo al final del discurso el perro cruzó por delante del escenario, de modo que se llevó todos los aplausos. Era de ver lo agradecido que estaba. Debe ser por eso que se quedó.

Se llama Canuto. Está bien que se llame así.

No es de raza. Nunca lo fue.

Canuto es un poco de todos, como se pueden figurar.


Los jueves come en lo del farmacéutico, a pesar de que allí, una vez, lo bañaron. Los viernes almuerza pastas en lo de las hermanitas Landaburu y cena con el peluquero. Los sábados pasa el día en la parrilla del club, a la noche desaparece y el domingo a la mañana reaparece a la salida de misa. El resto del domingo corre a los gatos de la curandera. El lunes se reparte entre varias casas conocidas según su estado de ánimo.

Los martes va a lo de mi padrino Arturito.

O sea que el Canuto es de la familia, pero solamente los días martes. Igual lo queremos como si fuera nuestro toda la semana.


Arturito siempre fue de la idea de que Canuto tenía que aprender a hacer alguna gracia. ¿Qué perro no las hace? Mi padrino dice que enseñarle cosas es más importante que darle de comer porque las comidas pasan y las enseñanzas, en cambio, duran para siempre. Tiene razón, es lo mejor que se puede hacer por el perro. Sobre todo considerando que Canuto visita algunas casas finas y en esos sitios está bien visto que los perros hagan gracias.

Al principio mi padrino estaba desalentado. Canuto parecía duro de mollera, no le entraba nada. No consiguió que le diera la pata, que se hiciera el muerto ni que acarreara palos con la boca. Arturito tiraba el palo y esperaba; Canuto también esperaba que Arturito fuera a buscar el palo.

Después vimos que el animal estaba para algo más importante, no esas estupideces que, después de todo, las hace cualquier perro.

Arturito consiguió que Canuto levitara: el perro se eleva, sube, se despega del piso con sus cuatro patas. Lo consiguió tocando el tonete: mientras Arturito sopla, el perro levita.

El tonete es un instrumento sencillo y rústico. Soplado por mi padrino produce una melodía extraña, bellísima, como la canción de amor de un pastor escocés de las Tierras Altas que llama a su amada para devolverle una oveja.

La cuestión es que, apenas escucha las notas ascendentes, Canuto se eleva; y cuando Arturito hace descender la melodía hacia las notas más graves, baja.

Es de veras impresionante. Que yo sepa, nunca se ha visto algo así. Al menos en este pueblo.


Primero pensamos que el perro tenía una habilidad especial (algo de eso hay, sin duda) y que, además, el tonete tenía virtudes maravillosas. Es probable, sin embargo, que mi padrino sea un prodigioso encantador de perros, o que el verdadero poder esté en esa melodía que suena como el llamado de amor de un pastor escocés de las Tierras Altas. O una combinación de todas esas cosas juntas…

Bien mirada, hasta es una gracia útil: se puede pasar la aspiradora o el escobillón sin molestar al animal.

Arturito tiene motivos para estar orgulloso.

—¡Quién sabe hasta dónde llegará este perro! —dice.

Lástima lo del martes pasado.

Estaba casi a la altura del alero cuando sonó el teléfono. Por mala suerte, era para mi padrino. Corrió a atender. Lo llamaban de Mercedes y tuvo que irse por no sé qué asunto urgente. Apenas tuvo tiempo de cambiarse el camisolín y pescar el último micro.


Yo sé, porque lo conozco, que él nunca hubiera dejado a Canuto así. Mi padrino no es de los que abandonan las cosas a medio hacer. Tampoco es un descuidado; es un hombre con muchas ocupaciones.

Ahora no sabemos cómo bajar al Canuto.


Tratamos, pero ninguno de nosotros es capaz de hacer lo que hace mi padrino.

Digamos que el perro está bien, no necesita nada, le damos de comer con la escalera. Solo que no hay forma de bajarlo hasta que vuelva Arturito.

En el pueblo se estarán preguntando por Canuto. Seguro que en las otras casas lo extrañan. Deben pensar que le pasó algo.


Que nadie crea que nos vamos a quedar con el perro. Nada de eso: es solamente por unos días, hasta que Arturito vuelva y lo baje.

Mientras tanto, es lindo porque lo tenemos.


FIN



Ilustraciones de Nadia Mastromauro para el libro “Nuestro Canuto”, escrito por Ema Wolf, editado por el Ministerio de Educación para la Campaña Nacional de Lectura
http://nadiailustraciones.blogspot.com/2009/10/nuestro-canuto.html


Fámili. Ema Wolf. Ilustraciones de Jorge Sanzol.
Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1992. Colección Especiales.



INDICE

Pis de gato
Una artista
● La ruta del chocolate
El pariente
● Historia del catalejo
● Pamela
● Antepasados sueltos en mi árbol genealógico
● Hormigas y corno
● El caso Vicente
● Moscas resucitadas
Nuestro canuto
● Otra vez Cleta
● El encarnado


Visto y leído en:

Biblioteca Digital Mariano Moreno - Escuela Primaria n°3
https://sites.google.com/view/bibliotecamarianomoreno/wolf-ema
Campus Virtual - Ministerio de Educación de Corrientes
https://campus.mec.gob.ar/pluginfile.php/149035/mod_resource/content/1/TRABAJO%20PR%C3%81CTICO%20LENGUA%20%20N%206.docx

"Argentina crece leyendo"


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